Sobre el periodismo / Discurso Claudia Acuña


EL siguiente es un fragmento de la exposición realizada por la periodista Claudia Acuña, durante la Feria del Libro 2002, durante una discusión pública sobre periodismo. Acuña, en su destacada carrera, cuenta con un premio Rey de España ganado en 1989 cuando hizo una crónica para pagina/12 sobre los saqueos a los supermercados durante la crisis del final del gobierno de Alfonsín. A mediados de 2001, junto a otros compañeros, crearon lavaca.org, un espacio para la producción periodística, la difusión y el conocimiento de la comunicación.


Soy una periodista que ha trabajado mucho y mal y bien. He navegado en este barco desde los tiempos de la Guerra de Malvinas hasta hoy, un largo proceso de transformaciones que me permite sacar algunas conclusiones. La primera y más importante: el medio es el mensaje que escribe un periodista. Hay que hacerse responsable, entonces, de cada cosa que se escribe. No podemos alegar obediencia debida. Es decir, les negaría el poder que tiene la ética personal y las convicciones propias si pensara que estos medios que supimos conseguir son nada más que responsabilidad de unos pocos señores muy malos. Esto que tenemos hoy se consiguió con nuestra complicidad, especialmente con la colaboración de los que todos los días escribimos en los grandes medios y que, por acción u omisión, obtuvimos este resultado. No puedo ponerme afuera del problema: soy parte del problema. Y asumo esto porque también quiero y puedo ser parte de la solución. Por lo tanto, mi segunda conclusión es que es necesario hacer una distinción entre el trabajo y la vocación periodística, que no es lo mismo que hacer una diferencia entre el arte y el oficio, debate que siempre está detrás del hecho de escribir. La diferencia, en este caso, tiene que ver con la esencia misma de la profesión: el servicio público que significa dar a conocer las noticias. No son nuestras. No son de los dueños de los medios. Las noticias son propiedad de la sociedad y todo el resto de este espectacular negocio y circo no es más que la correa de transmisión de estos mensajes. Tercera conclusión: una cosa es resolver de dónde sacamos el dinero para pagar las expensas y otra es hacer periodismo. Creo que no debemos confundir una con la otra. La mitad de la Argentina está sin trabajo y maneras de ganarse el dinero de manera digna cada vez hay menos. Es cierto. Ahora bien: en esta profesión dar la espalda a la realidad tiene un precio. No darla, también. Los dos son caros. Y hay que estar dispuesto a pagarlos. No me imagino a ningún jefe de redacción diciéndole a Rodolfo Walsh: “Vení, Rodolfito, mañana se cumple un año desde que asumió Videla. Por qué no te escribís una cartita a la Junta militar que vamos a publicarla en la primera página del diario”. La carta Abierta a la Junta Militar que le costo la vida y que hoy representa el documento más revelador sobre esa dictadura, la escribió Walsh porque no podía vivir sin escribirla. Decir lo que hay que decir y contar lo que hay que contar: eso es lo que tiene que hacer un periodista donde pueda. Walsh lo hizo en un papel, con una máquina de escribir y con copias en carbónico. No quiero pensar qué hubiese logrado si hubiera tenido Internet. Él se conformaba con agarrar la guía telefónica y mandar copias a las direcciones que encontraba interesantes. Una por una y pagando cada estampilla. Ahora, con lo barato y accesible que es crear un medio de comunicación es posible oír voces diferentes que garanticen la democracia informativa. Y, sin embargo, no se escuchan. El 19 de septiembre pasado, con motivo del día del periodista, en otra charla y a raíz del impacto que causó el atentado a las Torres gemelas, hablé de un sistema que se derrumba ante nuestros ojos de manera espectacular y cruel. Dije entonces: este sistema que se derrumba y nos ahoga con su polvo y nos aplasta con sus escombros es tal cual lo vemos hoy: irracional, violento, injusto. La economía de mercado es talibán. Lo que está en juego hoy es cómo sigue la historia. Cómo hacemos el periodismo y el mundo que viene. Esta semana en particular, sin ministro de economía, sin bancos, sin billetes, con muertos, ya sabemos que el periodismo perdió una oportunidad histórica de estar a la altura de esta tragedia. Los periodistas y no los medios fueron los que se la perdieron. Porque no estaba preparado para hacerlo, porque no quiso hacerlo, y porque gastó sus escasos talentos para sostener un sistema que ya no da para más. No tengo respuestas para lo que sigue después de esta derrota. Solo tengo preguntas, que son mis herramientas de trabajo. Formulo algunas: ¿En qué grado y cómo el periodismo fue cómplice de la construcción de este modelo que hoy se derrumba? ¿Cómo ayudamos a construir uno mejor? ¿Qué vamos a hacer y cómo vamos a hacerlo? ¿Vamos a seguir alegando obediencia debida para seguir contando lo que no pasa y ocultando lo que pasa? Mi última conclusión es la siguiente: escribamos lo que pasa, lo que creemos que es verdadero y cierto, en donde sea. En Internet, en un papel, en las paredes. Y dejemos de sostener, a precios cada vez más bajos, esos trabajos basura, porque corremos el riesgo de convertirnos en basura nosotros también.
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