Invoca x Aye Painevilu


Aunque te hayan dicho una y mil veces que esto es desierto, tierra de nadie, solo piedra, viento y barda. Pala y petróleo. Una mente, número de empleadx, unx lacayx…
Vos siempre pedí permiso a los ngen que habitan los espacios.
Preséntate, no venís solx. Venís con todxs les que fuiste y con todxslxs que sos.
Tus ancestrxs te acompañan.

Cada vez que sangre, que duela, que esta herida abierta, este cementerio que nos han creado para habitar el desconsuelo, se desborde…
Vos invoca a las diosas, a la madre, a la luna, a iemanjá y a la encrucijada.
Al pasto verde y a las plantas. Al animal que habita en vos y a la vieja montaña.
Invoca a punewen y también a tu propia madre, la que te cargó y que te parió.
A los peces que vuelan en tu mente y a las aves que anidan en tu pecho.
Invoca a akali, a la diana, a macky a marosa y a Alejandra.
Invoca a fresia, wakolda y anekeupu.
A las guerreras amazonas, a tu constelación.
A las hijras, a las muxes, a las xanas.
Invoca a las ñañas de tiempos pasados, a les weichafe que te acompañan.

Cada vez que la cárcel que nos han impuesto te haga sentir alejadx del todo, solx, inerte, pequeñx frente a esta maquinaria de muerte, invocalas.
Están en el círculo rodeando al viejo al roble, protegides por el canelo.
Firmes como el pewen, fuertes como la jarilla.
Generosxs como el llantén, sabixs como la ruda.
Curando nuestras heridas como la caléndula, armonizando como la lavanda.

El miedo es winka, amiga. Dejá el miedo. El miedo es el progreso, es esta feria de números, es la línea, la muralla, es un cronómetro acumulador, el miedo es el matadero.
Dejá que venga la abuela araña y teja sobre tu mano.
Dejá que el viento te cale hondo.
Dejá que la mapu te arrope cerca de su ombligo.
Mirá al cielo y dejá que el mañke te acompañe en los caminos.
Dejate.
Dejalo todo.

Abrí todos los zurcos, bebe todas las aguas.

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